El gran avance de la industrialización europea trajo consigo también el surgimiento y crecimiento de la clase obrera a la que también se le conoce como proletariado.
El estilo de vida de los obreros no correspondía al desarrollo de la industria que sostenían con su trabajo; por el contrario, llevaban una vida miserable llena de pobreza y de una constante incertidumbre por la latente amenaza de perder su empleo.
Además dentro de las fabricas casi no tenían garantías laborales ni sociales, por lo que podían ocurrir despidos injustificados, jornadas extensas de trabajo, condiciones de infraestructura poco humanas, falta de atención medica o maltrato.
El movimiento obrero tuvo un desarrollo progresivo, que va desde las luchas locales hasta la constitución de asociaciones nacionales, como los sindicatos en Inglaterra en 1824, y la Asociación internacional de trabajadores en 1864 con la influencia del socialismo.
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